INTENSIDADES SONORAS

Patricia Tovar – LIBEN

 

Sucede que mi cuerpo está vivo, abierto y volcado al exterior de modo irremediable, soy un vector, una fuerza que se desplaza, un enjambre, una complejidad. Sucede que poseo una voz, que produzco sonido, llamado lenguaje, latido, respiración, órgano, grito, canto.

 

Desde un punto de vista lingüístico, existen dos modos principales de acercamiento al fenómeno de la voz y el habla: la perspectiva intra-organismos, que describe los procesos cerebrales y cognitivos vinculados al uso de la voz, y la visión inter-organismos, vinculada a la relación del habla como un fenómeno de comunicación y de socialización, por medio de la cual se aprehende el mundo y se establece un lugar y una relación con el contexto y con los otros.

 

Conocemos nuestra voz a partir de experimentar con ella, y esa experiencia es a la vez interna como una fuerza que atraviesa el cuerpo, sus huesos y fluidos; y es externa en cuanto que nuestro sonido produce un efecto, el cual es sentido, escuchado y vivido. Es posible decir que podemos ampliar o bloquear nuestra propia voz; que a medida que la voz se aminora, se contiene o se oculta, se suceden procesos cerebrales, corporales y sociales concretos; y lo mismo en el otro extremo, la voz ampliada, experimentada, mostrada y expandida, provoca cambios perceptuales y cognitivos contundentes.

 

Al producir sonido, no siempre se produce lenguaje, es decir no todo sonido es signo. Sin embargo, todo sonido producido por la voz, por el cuerpo, es experiencia vivida como una intensidad sonora. De tal manera que la exploración de la voz, del sonido generado por el cuerpo, del habla y del lenguaje, son aspectos diferenciados de algo que podríamos pensar como intensidades sonoras de nuestro estar en el mundo, un estar para sí y para el otro. Una relación que se expande al exterior y que explota hacia el interior.

 

Aprendemos una o varias lenguas y ellas modulan nuestra voz y nuestra expresión verbal, las funciones de la lengua regulan comportamientos, generan expresiones, establecen juegos de lenguaje y se produce incluso, lo que se ha llamado “el cerebro bilingüe”, es decir la capacidad de transitar de un sistema lingüístico a otro y tener de manera coordinada dos o más maneras de comprender, interpretar y simbolizar. Más allá de nuestras habilidades lingüísticas, la voz y la lengua conviven con un entorno sonoro que nos afecta de manera continua, en grados imperceptibles y emocionales. Hay capas de sonido ocurriendo incesantemente. Hemos creado un mundo sonoro, artificial/natural, que se produce en la escucha y se conecta a los contextos y dialoga o se une a los sonidos de otros seres. Silbidos, cantos, rasgaduras, fricciones, flujos, rugidos, chillidos. Una cantidad inmensa de sonido no lingüístico ocurre a la vez que nuestra voz se aferra a la lengua y al sentido.

 

Acudir a la voz para entablar un diálogo sonoro que de alguna manera escape a la lengua, pero que al mismo tiempo crezca en su nivel expresivo, es parte de lo que ocurre en un performance sonoro-vocal. Es la voz una fuerza que se amplifica, sin necesidad de la palabra o del habla, es la misma voz la que afecta, toca, mueve y conmueve. Una voz encarnada en un cuerpo vivo. En el performance vocal, desaparece la sintaxis. Lo que ocurre son variedades o variaciones de intensidad que funcionan como hechos sonoros.

 

Estas intensidades sonoras, no son progresivas, no existe algo como sintagma, es decir no se define un inicio y un final; por lo tanto, lo que podríamos llamar como el nacimiento de la voz, no es un suceso lógico y definido, sino un tipo específico de intensidad, y asimismo la expansión de la voz o su propia extinción, son formas de intensidad.

Qué es entonces ese sonido de mi voz. Tal vez la presencia y la evanescencia de mi fuerza o potencial, mi voz es en tanto que es escuchada, pero también sentida.
 
 

Mi voz es evidencia de mi cuerpo y de mi propio entramado, de mi memoria, de mi lengua, de mi habla; pero también es la expresión de mi variabilidad constante, de mi transmutación, de mi poder. Así, la voz es chamánica, es el vehículo que accede a lo invisible, lo insondable. Mi voz es la que cambia, la que muta, la que vuela y se deshace. Mi voz registrada es otra cosa, otro objeto, pero a la vez me abarca, me presenta. Mi voz es donada a cada instante, es recordada y a la vez reinventada.

 

Pienso en la importancia de reconocer ese núcleo de infancia, del que ha hablado Bachelard2, que perdura y se activa en nuestro interior. No se trata de recuerdos, sino de la sensación de asombro continuo ante el mundo que se despliega y ante mi existencia interactuando con la totalidad, en donde cada instante y cada detalle se torna inmenso. Ahí está mi voz, como enlace, jugando a hablar, cantando los sonidos y tocando el mundo; al acudir a mi infancia recupero mi voz.

 

La exploración de la voz como experiencia de la maleabilidad, de la improvisación y del despliegue de sonidos que trasciendan las funciones sociales de la lengua y la normalización de mi expresión verbal, adquiere una dimensión política y sensual extremadamente importante. Son las intensidades sonoras de mi voz, las que me liberan de la estandarización, el control y la concepción instrumental de la lengua. Las variaciones de mi voz, se conectan con la intensidad de fluctuaciones sonoras que coexisten en un espacio infinito. Es mi voz también, la manifestación expandida de mi cuerpo como vibración.

 

Existe también la voz ritual, la voz soñada y ensoñada. La aparición del sonido en el sueño o en estados alterados de la percepción es otro enigma por explorar. En el caso de los rituales de sanación, es la voz, la que ocurre de manera constante y cíclica, como un canto que guía al que viaja en el tiempo para mirarse a sí mismo. Es la musicalidad de la voz más que el significado del canto, lo que genera un hilo invisible entre la energía del que entra en el proceso ritual y la tierra. La voz es el anclaje al aquí y ahora. La percepción alterada, permite viajar en el tiempo, agigantarse, desmaterializarse, pero el canto, el sonido y la voz, te permiten retornar a tu cuerpo, te acompañan en un proceso sagrado de reconfiguración y sanación profunda.

 

En el sueño he experimentado mi propia voz como forma de revelación. Cantando en lenguas inexistentes, profiriendo sonidos asombrosos o sintiendo su capacidad para afectar la materia, aquí uno de estos sueños:

 

Soñé con mi voz. Mi voz sonaba y movía las partículas de mi interior, yo las podía contemplar como si mi mirada fuera microscópica, eran esferas como granos de arena en distintas gamas de gris y café hasta llegar al negro. Entre todas las partículas, había algunas brillantes, blancas y transparentes. Mi voz las movía al hablar. Ahora no puedo recordar las palabras, pero yo estaba hablándoles. Mi voz lograba reunir todas las partículas brillantes y cuando esto ocurría yo decía: es para ti.

 

La experiencia interna/externa de la voz y del sonido, su poder expansivo y condensador, producen una forma de equilibrio y de donación. Así, mi voz me permite darme a los demás.

 


1 Este texto ha sido escrito a partir de diversas experiencias con mi voz y el sonido.

2 Leer a Gastón Bachelard es una delicia, se puede revisar. “La poética de la ensoñación”, “La poética del espacio”, “El aire y los sueños”.

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